“Fascinante…”
Academia Regional de Naciones Unidas

“Admirable…”
Universidad de Oxford

“Poderoso…”
Universidad de Vietnam

“Una bola de energía positiva…”
Hive Europe

“Un contribuyente real al desarrollo sustentable..”
1MillionStartups

“Energía y Creatividad…”
The Times of India

Historias para entender el mundo
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CAPÍTULO 1: CURIOSIDAD EN MARRUECOS

Mi colección de malas decisiones hace que muchas veces dudé de mis propios pensamientos, y dominar los engranajes de los pensamientos se vuelve uno de los retos más complejos cuando la vida pareciera que espera siempre de ti buenas decisiones.

Sin embargo, las malas decisiones, la reflexión de ellas, y la conciliación de tus propios pensamientos, permite descubrir una maravillosa función de tu cerebro: La curiosidad.

Muchos han puesto en la curiosidad la verdadera fuente de su ingenio, sus descubrimientos, sus avances, o sus reconocimientos, partiendo de un simple pero poderoso POR QUÉ.

 Cuando nuestro cerebro procesa y domina información sobre algo que para todos parece difícil de entender, nos recompensa con un estímulo que refuerza una experiencia de aprendizaje. El resultado es un entendimiento más profundo de nuestro mundo y lo que nos rodea.

Por eso se piensa que nuestras mejores capacidades cerebrales pueden ser los motores más significativos de la evolución humana, y lo que llevó a nuestra especie a una revolución cognitiva que nos sitúa como una especie superior a otras, por nuestra capacidad en procesar, retener y comunicar información.

Sea o no sea la curiosidad una verdadera fuente de evolución y poderío humano, estoy totalmente convencido que incorporarla como parte de tus habilidades es lo más significativo que puedes hacer por tu mente.

La curiosidad me permitió explorar 6 oficios en mis primeros 20 años de vida: Mesero, vendedor de muebles, vendedor de ropa, auxiliar de mecánico automotriz, cuidador de espacios de estacionamiento, lavador de automóviles.

Si, la aspiración monetaria fue un motivante importante, sin embargo lo que marcó la diferencia entre cumplir una tarea diaria, y la estimulación del aprendizaje de un oficio, fue la curiosidad de realizar algo nuevo todos los días que me permitiera entenderlo y dominarlo, esto es lo que realmente me levantaba de la cama por las mañanas.

 

Este encuentro con la curiosidad se ha repetido cientos de veces en mi vida, sin embargo para mi se volvió más significativa cuando la encontré en personas totalmente ajenas a mi y a mi cultura.

Alguna vez te has preguntado cómo diferentes personas en diferentes lugares del mundo, han logrado llegar a la misma solución ante un problema visiblemente en común.

Si el dominio del fuego es representado como el descubrimiento de una tecnología por el humano impulsado por curiosidad, ¿Qué tribu humana fue la primera en descubrirla y cómo se facilitó la transferencia de esta tecnología entre tribus tan geograficamente alejadas?

En el Siglo XXI puede considerarse como una simple labor de cooperación y multilateralismo, pero hace miles de años esto no existía, por eso estoy también convencido que la curiosidad humana explica nuestra común evolución, interconexión, nuestra estrecha relación con la naturaleza y las soluciones que hemos construido para entenderla y dominarla.

Sin necesidad de una transferencia tecnológica, nuestras tribus (puedes llámarlas culturas) han sido capaces de encontrar soluciones a retos humanos comunes, vía sus miembros más curiosos (puedes llámarlos innovadores).

Una de las formas más significativas del uso de curiosidad la encontré en Marruecos.

¿Cómo se puede sobrevivir en las faldas del desierto del Sahara, con temperaturas que llegan a los 50 ºC?

Por 1 mes pude vivir y trabajar en un pequeño campamento ubicado en un poblado llamado Mhamid, y que da estancia a los viajeros que visitan Erg Chigaga, el desierto más grande e inexplorado en Marruecos.

La curiosidad de poder entender cómo humanos viven en el desierto con temperaturas tan altas me llevó a buscar el asentamiento humano Marroquí más alejado de la tecnología moderna.

Pero, ¿Cómo medir la lejanía de la tecnología? !Fácil!. Tomé un mapa e ingresé a la información de rutas de autobuses que van al desierto, busqué la ciudad más alejada a la que un autobús podía llevarme, y encontré que la última parada del autobús que va hacia el desierto termina en un poblado llamado Mhamid.

Mhamid es la última parada del autobús que sale de Marrakech con rumbo al Sahara en la frontera con Algeria. Y aunque tal vez creía en ese momento que me aventuraba al final del mundo, una vez en la zona supe que hace cientos de años, ésta era la ruta comercial más popular del Occidente Africano: La ruta de los 52 días.

52 días duraba la travesía por el desierto que los comerciantes Berbers hacían para llegar a Timbuktú, la capital de Mali. Después de Mhamid, todo es desierto, el rastro humano desvanece para dar paso a una ruta  de dunas de arena iluminadas por la luna y las estrellas.

Llegar a Mhamid no es una gran travesía física, tan solo 12 horas en autobús desde Marrakech, capital de Marruecos, pero significa una larga travesía mental desde el momento que recorres los riesgo, incertidumbres, y desconocimientos en planear tu viaje hasta el punto más alejado y desconocido del mapa.

No obstante, el poder de la curiosidad hizo de este viaje una experiencia que valía cada segundo de mi miedo y ansiedad. Mhamid era el último punto visible en el mapa y hacia allá debía dirigirme.

Mi estancia en Mhamid fue una desconexión total del mundo, para poder ser hospedado por el desierto, el barro, el tajine y el té de menta. Logré conectar con un pequeño campamento en el desierto vía un foro de viajeros en internet, en ese foro conocí a Hassan.

Hassan promocionaba su campamento en este foro con poco éxito:  Lejano, poca información pública sobre el pueblo, falta de página web y poca infraestructura, hacían que la mayoría de viajeros optaran por visitar el desierto de Sahara en destinos más cercanos a una ciudad. Sin embargo, Hassan prometía una aventura única y auténtica. 

Contacté a Hassan, y después de intercambiar un par de mensajes, y cerciorarme que se trataba de una persona real, pero sobre todo con la experiencia de reconocer empatía y autenticidad en esta persona, decidí emprender el viaje y pasar las siguientes semanas en Mhamid.

Mhamid cuenta con apenas 3 mil habitantes, y con una sola calle pavimentada donde llega el autobús; El campamento se encuentra a 3 kilometros hacia el desierto desde el cetro de Mhamid, por lo que la única forma de llegar ahí es motocicleta, camioneta 4X4, en camello o en burro.

Desde mi primer día hasta el último, me pude ir desprendiendo de toda la dependencia a la comodidad que hasta ese día hacía mi vida más fácil.

El campamento cuenta con 5 pequeñas casas (ksars), con un tamaño aproximado de 18m2 cada una, y 1 ksar de 30 m2 habilitado como cocina, equipado con un mini-tanque de gas que sirve como estufa.

El campamento no tiene luz eléctrica, por lo que la única forma de alumbrar es a través de linternas y veladoras; Tampoco cuenta con agua potable, tan solo un depósito general de agua almacenada de la lluvia y el aire, y la única manera de obtener comida es en el poblado, la cual debe ser consumida el mismo día para evitar su descomposición. Mhamid ha sido por cientos de años un oasis de auto-suficiencia. 

Decidí hacer este viaje en Diciembre, para evitar el verano infiernal de 50º C del desierto. Sin embargo, Diciembre tenía otros retos que no me imaginaba: Noches de -2Cº con una sola veladora y 5 kilos de sábanas hechas a base de piel de camello.

 

Mi vida en el desierto daba inicio a las 6 AM para poder recibir los primeros rayos de sol, y posteriormente tomar desayuno a las 7:30, que consistía en un pan llamado khobz, queso crema (industrial para poder conservarlo), y té de menta (más bien azúcar con té).

Mi higiene consistía en humedezer una pequeña toalla y frotarla en mi cuerpo, y lavarme los dientes con un solo vaso de agua 2 veces por día, después de desayunar y antes de dormir.

La comida y cena consistía en un Tajine vegetariano (verduras horneadas en una olla de barro sazonadas con especias y limón) con khobz, y entre ellas otras 5 rondas de té de menta lleno de azucar.

El resto del día, lo dividía en leer la historia de Marruecos de un libro que compré en Marrakesh, aprender sobre la vida de los Berbers, los indígenas del desierto, y construir una ksar en el campamento aplicando lo que aprendía.

Las aldeas tradicionales en Mhamid situadas a las faldas del desierto del Sahara, están compuestas por un conjunto de ksars, hechas de ladrillos de barro y tierra apisonada.

Este material resultó la mejor combinación para adaptarse al clima cálido y seco, y también es uno de los pocos recursos naturales de construcción disponibles en el área.

Los Ksars incorporan muchas características que ayudan a sus habitantes a mantenerse frescos, su estructura es compacta y las casas individuales están conectadas por paredes compartidas, lo que reduce las superficies exteriores y, por lo tanto, protege contra el clima extremo.

La mayoría de los ksars tienen techos planos, una parte indispensable del espacio habitable en el verano cuando las personas duermen al aire libre debido al calor.

La superficie del techo está protegida con un recubrimiento llamado dess que ayuda a resistir el agrietamiento a altas temperaturas. La tierra gruesa, o una mezcla de arena de río, grava y cal, se amontonan en una capa de no más de 30 centímetros de espesor, y algunas áreas se inclinan suavemente para el drenaje del agua.

Antes de los refrigeradores, preservar los alimentos en climas cálidos era otro desafío. La carne y las verduras, particularmente las que se usan en el cuscús, a menudo se secaban en el techo para que duraran más. En Mhamid, solían tener salas de almacenamiento de alimentos en las viviendas, que fueron remplazadas por los refrigeradores. 

Según los lugareños, grandes ollas de barro que almacenan la comida en estas habitaciones, pueden durar más de seis años como subsistencia en tiempos de sequía.

Aunque las casas de tierra o ksars son ideales para el clima desértico, deben mantenerse regularmente. Esto puede ser costoso y lento, y ha obligado a que muchos ksars hayan sido abandonados y reemplazados por construcciones más modernas.

En un mundo donde más del 70% de la energía mundial utilizada es para la construcción, incluyendo producción de materiales, transporte, construcción y operación de edificios, un proceso poco sustentable y renovable, los ksars son uno de los pocos símbolos en todo el mundo que buscan proteger un estilo de vida sustentable, libre, adaptable, y basado en la idea de construir la casa de acuerdo con los recursos propios, la estética, el gusto, y sobre todo la comodidad de vivir seguro en un espacio abierto donde las condiciones climáticas son hostiles a la vida.

Ksar es más que solo una técnica, es la expresión de armonía y sincronía con la naturaleza. Los ksar son, como hace más de 500 años, una fortaleza que busca proteger un equilibrio físico y psicológico alineado a la vida en el desierto.

No obstante, a medida que el país se desarrolla, las nuevas viviendas se construyen a partir de concreto, a pesar de que no es tan adecuado para las condiciones ambientales y los climas cálidos del desierto. Como resultado de este desarrollo, se está perdiendo el conocimiento de las técnicas de construcción tradicionales.

Se piensa que los primeros ksars fueron construidos hace unos 500 años por maalems, artesanos que asumieron el papel de arquitecto y capataz, y transmitieron oralmente sus habilidades a las generaciones más jóvenes.

Dado que los ksars deben restaurarse y mantenerse cada año, las personas que viven en ellos conservan el conocimiento, y solo quedan unas pocas personas mayores con este conocimiento.

Desafortunadamente, la nueva generación en Marruecos nunca ha vivido en un ksar y ni siquiera entiende el propósito de las técnicas de construcción tradicionales, con mayor eficiencia energética, y alineadas a la vida en el desierto.

Los ancianos de Mhamid, especialmente los que pudieron construir ksars con sus propias manos, tratan de asegurarse de que una parte de la historia no se pierda para siempre, y que el conocimiento local se mantenga para poder enfrentar las cada vez más cálidas temperaturas.

Los ksar son una poderosa lección del uso armonioso de los recursos naturales, y con un gran espacio para la innovación, eficiencia y adaptación a la tecnología actual.

 

Aunque no logré concluir la construcción del ksar, mi conexión con Mhamid construyó en mi mente y alma, una inmensa empatía y amor por la vida en el desierto, sus pobladores, y sus recursos naturales.

Dormir, comer y resguardarme en un Ksar durante esas semanas explotó mi curiosidad por entender cada punto de supervivencia, relaciones sociales, festividades, creencias, conflictos, costumbres y destino de los Berbers, los indígenas del norte de África, y los verdaderos dueños del Sahara Occidental.

Gracias a Hassan, pude adentrarme a la hermosa cultura Berber y sus más de 3 mil años de historia, trabajar con los recursos naturales de esta zona y comprender su valiente y poderosa adaptación a la vida del desierto.

Pude compartir alimento y vestido con Hassan y su familia, compartir y aprender la elaboración del tradicional té de menta Marroquí, que daba luz a conversaciones sobre sus dolencias, enojos, miedos, preocupaciones, anhelos y sueños; Cada día, la hora del té se convertía en una celebración de bautizo como parte de esta familia.

En Marruecos, preparar y beber té es una tradición muy querida que significa hospitalidad y amistad, y se lleva a cabo con mucho cuidado y respeto.

Usando generalmente té verde como base, con hojas de menta y azúcar, el té de menta marroquí se sirve durante todo el día y particularmente a la hora de comer. Si bien la preparación de alimentos es dominio de las mujeres, el té a menudo es preparado por el jefe masculino de la familia y se considera un arte transmitido de generación en generación.

La preparación del té, un proceso conocido como atai, es parte de la tradición y a menudo se realiza frente a los invitados, donde la hospitalidad permanece como el ingrediente principal. 

El té se sirve en vasos pequeños y solo se considera potable si tiene espuma en la parte superior. El vertido del té de una tetera con un largo pico curvo se realiza desde una altura de al menos 20 centimentros, lo que hace que se forme espuma en la superficie del té, obtener el té en el vaso desde esa altura es una cuestión de práctica, experiencia, y armonía.

Si no hay espuma, el té no está listo para servir y debe reposar un poco más, por lo que el té en el vaso se vierte nuevamente en la tetera. En algunas áreas, el método de verter y devolver el té a la olla se usa para mezclar los ingredientes y es parte del ritual.

¿Y dónde están los camellos en esta historia? !Aquí vienen!

Aunque en realidad son dromedarios, los reconoces porque tienen una sola joroba, y porque son los más altos de las tres especies de camellos.  Los dromedarios miden hasta 2 metros desde la palma de su pata hasta la punta de su joroba. 

Uno de los grandes retos que enfrenta Mhamid es el abandono, no histórico, sino fotográfico, por lo que los dromedarios fueron mi excusa perfecta para poder dejar un legado gráfico en Mhamid y el campamento, y a la vez poder montarme a estas maravillosas criaturas.

Renté por 4 horas 1 dromedario, y le pedí a Hassan y su hermano Said que vistieran su atuendo Berber más emblemático. De las 3 a 7 pm tomé fotos de ellos montando, y recorriendo el campamento en dromedario, hasta que encontramos el punto perfecto donde el atardecer nos regalaría la escena perfecta.

Ahí, bajo los últimos rayos de sol del día, Hassan y Said tocaron y cantaron canciones Berbers mientras que yo disparaba mi cámara y mi dron capturando este momento especial que se convertirían en las fotos más emblemáticas del campamento (tal vez del pueblo, pero esto es mi ego hablando).

Sol, arena, barro, té, dromedarios, y la hermosa cultura Berber fueron mi vida diaria.

Sin embargo, lo que en realidad marcaría para siempre mi tiempo en el desierto, sería reconocer hasta donde me llevó el poder de la curiosidad.

La curiosidad me llevó a Mhamid, la curiosidad me llevó a el campamento, también al desierto del Sahara, a Hassan y su hermosa familia, y finalmente a los Berbers. La curiosidad también me llevó a un viaje de conexión personal más íntimo y profundo.

Cada noche, antes de dormir, en medio de la fría noche y ante el firmamento del universo, mi encuentro con las estrellas que caían del cielo en un hermoso espectáculo, llevó mi curiosidad a volar con cientos de preguntas que lejos de llenar mi cabeza de dudas y ansiedad, la llenaban de energía y alegría.

No recuerdo un momento en mi vida donde tantas preguntas me hubieran llevado a explorar sentimientos de compasión y humildad por ser parte de este maravilloso universo al que estamos tan conectados.

 

 

Roberto A. Arrucha - www.arrucha.org

 

 

 

 

 

Roberto A. Arrucha – @arrucha

Director & Fundador de The Global School for Social Leaders