La seguridad se ha convertido en la pesadilla de cualquier administración pública en América Latina, todos los gobiernos enfocan sus esfuerzos en construir estrategias para ciudades seguras y sustentables, pero se enfrentan a poca evidencia, diagnósticos errados y un equipo que ofrece siempre las mismas soluciones catastróficas, que vuelven todo un ciclo vicioso.
¿Disminuir el crimen y la violencia drásticamente en una ciudad es posible? El conflicto es inevitable, sin embargo, la violencia es totalmente evitable. Es una regla que nos la historia nos confirma.
Disminuir la violencia y el crimen es el santo grial de cualquier líder de gobierno, pero ¿Cómo podemos entender la seguridad más allá de la inversión en más policía y penas más severas?
Esta es una breve complicación de algunas de las estrategias de políticas públicas, que en coordinación con la sociedad civil, han dado éxito en diferentes partes del mundo, no solo para reducir la violencia y crimen, también para construir ciudades más sustentables, resilientes y prósperas, confiando que sean fuentes de inspiración para los que toman y tomarán decisiones en nuestra ciudad, pero sobre todo para la sociedad civil, puedan ser el motor necesario para el cambio.
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1. Menos carros.
Pontevedra (España), y Hamburgo (Alemania), ambos casos de éxito que confirman que invertir en ciudades libres de carros, y mayores corredores para caminantes, ha permitido que los pequeños comerciantes suban sus ventas en 100%, no solo porque se incrementa el flujo de peatones, también porque se deja de invertir recursos públicos al automóvil, que representa casi el 60% del presupuesto público de infraestructura urbana.
Algunas ciudades incluso establecieron impuestos a los autos, invirtieron en transporte público eficiente, y definieron flujo peatonal donde se focaliza la atención de fuerzas policiales.
A diferencia de lo que se ha hecho creer por años por la industria automotriz, una ciudad peatonal es una ciudad que desinhibe el crimen y aumenta la seguridad de sus comerciantes y habitantes.
Llevamos años invirtiendo gran parte de nuestro dinero privado y público, en el automóbil, que lejos de generar riqueza o productividad, ha sido un gran causante del colapso económico, social y ambiental. Es hora de decirlo como es, aceptar el error y enmendarlo.
2. Transporte Público.
Tener corredores peatonales no será tan eficiente para un desarrollo económico sano y una ciudad libre de violencia, si no se puede contar con un transporte público accesible, limpio y eficiente.
En Viena, Austria, el gobierno decidió invertir sus esfuerzos en proveer de un transporte público con presencia en casi toda la ciudad, a fin eficientar el comercio, re-dirigir consumo a la economía local, y quitarle a la industria automotriz los casi diez mil millones de euros que la población gasta en automóviles anualmente.
En este último caso, se concluyó que con la sola construcción de estaciones de transporte público en diferentes puntos de la ciudad, el crimen disminuyo 30%. Además, las tarjetas anuales de uso de transporte público ilimitado (tren, autobús, tranvía, metro) volvieron el costo del uso del transporte público mucho más barato que otra opción de transporte.
El transporte público de calidad, pero sobre todo operado y administrado por la ciudad, debe ser una prioridad en la administración pública local.
Si el transporte público no es verdaderamente público y administrado por el gobierno de la ciudad, casi cualquier esfuerzo en disminuir la violencia serán inutiles. La ciudad debe recuperar las rutas de transporte.
3. Desalcoholizar la ciudad.
De 1995 a 2005, 40% de los crímenes cometidos se hacían bajo influencia del alcohol en Estados Unidos e Irlanda. Si reduces el alcohol, reduces los crímenes. Estos casos son claros ejemplos de cómo imponer impuestos altos al alcohol, y reducir sus puntos de venta, permitió reducir la criminalidad drásticamente.
Suecia tuvo que enfrentar este problema en 2003, cuando su país vecino Dinamarca, decidió eliminar el impuesto al alcohol en ese entonces de 45%, lo que inundó las importaciones de alcohol, sobre todo en las ciudades fronterizas.
Cuando se retomó el impuesto al alcohol en esos puntos donde azotaban los crímenes, además de otras políticas sociales, los crímenes disminuyeron.
Es claro que el alcohol no es el causante de la violencia, pero si un atenuante que desinhibe conductas violentas.
4. Desarmar.
En Johannesburgo (Sudáfrica), 9 de 10 homicidios eran cometidos con armas de fuego en el año 2000. Después de 10 años de una intensa política de reducción y destrucción de armas, esta estadística paso a 4 de 10 homicidios. Si reducimos las armas, reducimos los crímenes.
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5. BECAS, HABILIDADES, MICRO-NEGOCIOS.
NO hay ningún sistema legal ni policial capaz de resistir una población mayoritariamente joven sin ninguna protección social e inclusión económica.
De acuerdo a la ONG Creative Associates, el grupo poblacional con más posibilidades a cometer actos violentos en Estados Unidos son jóvenes entre 10 a 29 años.
En Francia un estudio de la mortalidad histórica de la población, arrojó que la mortalidad de los jóvenes de 10 a 29 años, es la más alta a lo largo de la vida.
¿Qué nos dice esto? Que los crímenes violentos son mayoritariamente cometidos por jóvenes.
Es por eso que becar, promover el empleo y el desarrollo de habilidades, y sobre todo invertir en micro-negocios en las zonas más violentas (y donde provienen la mayoría de los criminales), es la forma más eficiente de combatir la violencia.
Lo mejor de todo es que cuesta la mitad de lo que la actual de seguridad pública se gasta en patrullas, motos, torres, blindajes, salarios, etc.
6. Violencia es salud pública.
¿Disminuir la violencia en realidad es posible? Lo repetiré nuevamente: Los conflictos son inevitables, pero la violencia es totalmente evitable.
Las estrategias para ciudades seguras y sustentables deben contemplar la seguridad como un asunto de salud pública. Las intervenciones tempranas, desde los esfuerzos de salud, educativas y comunitarias son esenciales.
La violencia es un síntoma de que algo no está bien en la salud mental de una persona, y por ende una merecida intervención, diagnóstico y plan de recuperación debe tenerse en escuelas, hospitales, restaurantes, y lugares públicos.
Como un extintor se volvió una medida de protección básica y relativamente fácil de usar para cualquier operador, lo mismo se debería de hacer con síntomas de violencia. ¿Qué hacer si una persona demuestra actos violentos? ¿Y cómo actuar? ¿Cómo se debe intervenir?
El caso de Cali, Colombia, una ciudad de 2 millones habitantes donde de los homicidios violentos pasaron a representar 23 de 100,000 habitantes de 1983, a 85 de 100,000 en 1991. La situación era preocupante.
El programa DESEPAZ, lanzado en 1992 por un alcalde especialista en salud pública, y donde se abordó la violencia como salud pública, redujo los homicidios violentos en 30% entre 1994 y 1997.
7. Crea un Perfil, Recaba datos y Focaliza tus esfuerzos.
¿Dónde se cometen la mayoría de los delitos? ¿A qué hora? ¿Quién los comete? ¿Hombres o Mujeres? ¿Edades? ¿Dónde viven estas personas y en qué circunstancia?
Los datos tienen el poder de entender un problema en una mayor dimensión, y sobre todo entender sus causas. Tener un perfil de los crimenes y sus actores permitirá tener acciones más segmentadas.
Sin datos duros, es casi imposible poder planear una estrategia eficaz para combatir la inseguridad, en cualquiera de sus niveles, por lo que la única herramienta, al parecer generalmente usada, es la simple percepción, la cual puede ser dominada por la psicosis colectiva o cualquier medio mal informado.
Director / Fundador de The Global School for Social Leaders.